En el calendario litúrgico católico, el Miércoles de Ceniza es el día en el que comienza la Cuaresma, 40 días antes de que empiece la Semana Santa. Conmemora el momento en que Jesús se retiró al desierto durante cuarenta días y La cuaresma representa el ciclo de preparación en el que los cristianos celebran la pasión, muerte y resurrección de Cristo.

El nombre se debe a que este día se celebra una misa en la que se marca en la frente de los feligreses una cruz con cenizas. Estas cenizas se obtienen con la incineración de los ramos bendecidos en el Domingo de Ramos del año litúrgico anterior.

Según el ritual, la ceniza se aplica en la frente, en forma de cruz, acompañando con las palabras «Polvo eres y al polvo volverás», del Génesis (3, 19), para recordar a los fieles su mortalidad, en el sentido de que empiezan como polvo y que en polvo se convertirán después de su muerte.

No hace falta ser católico para recibir la ceniza, de hecho este ritual en sí no es obligatorio para los cristianos. Aunque la Iglesia llama a todos aquellos que han recibido el sacramento del bautismo a que acudan a la imposición de la ceniza y a que asuman el itinerario cuaresmal.

El origen de este ritual se remonta al pueblo hebreo, que acostumbraba cubrirse con ceniza en señal de penitencia. Posteriormente en la Iglesia Católica las cenizas se imponían solo a los penitentes públicos como signo de marginación. Pero se acabó convirtiendo en una práctica que para los creyentes tiene el sentido de reconocer la propia fragilidad y mortalidad.