En diciembre de 1531 la Virgen se aparece varias veces al indio Juan Diego en el Monte Tepeyac, ubicado en la actual capital de México, Distrito Federal. Le pide que se le construya un templo y que se lo diga al Obispo.
Fray Juan de Zumárraga, primer Obispo de México, recibe amablemente al indio pero le dice que necesita una prueba para estar seguro. Por instrucción de la Virgen Juan Diego lleva unas rosas al Obispo, quien comprendió que la señal era verdadera porque no era tiempo de rosas, pero la sorpresa mayor fue al ver en la tilma estampada la imagen de la Virgen.
Hasta aquí un trozo la historia, pero lo más misterioso se presenta luego, porque estudios científicos serios realizados a la imagen de la Virgen de Guadalupe han llegado a las siguientes conclusiones:
- No se explica la conservación del ayate 450 años, lo normal es que no dure más de 20.
- No se explica cómo no se ha deteriorado la imagen en más de 450 años, de los cuales 116 estuvo sin cristal y sometida al contacto de toda clase de objetos.
- No se explica cómo no se destruyó el ayate cuando le cayó ácido nítrico de arriba a abajo.
- No se explica cómo el ayate no sufrió daño alguno cuando la explosión de la bomba del 14 de noviembre de 1921, que destrozó todo lo que había cerca.
- No se explica la diferencia de temperatura entre el ayate y la placa metálica.
- No se explica que esta imagen esté realizada en un lienzo de estas características, sin preparación adecuada.
- No se explica cómo es posible que en esta imagen no haya colorante ni animal, ni vegetal, ni mineral, ni sintético.
- No se explica que el ojo de la imagen tenga las características de un ojo humano vivo con el efecto Púrkinje-Sánsom.
- No se explica que en un ojo de siete milímetros aparezcan doce figuras humanas.
Después de todo esto parece lógico concluir que esta imagen no es de origen humano, pues no tiene explicación científica natural. Es lógico pensar en una intervención sobrenatural. Como dijo Pío XII, esta imagen es obra de «pinceles que no son de acá abajo».