Entendemos la Navidad como una de las fiestas de mayor importancia en el mundo occidental y cristianismo. El término latino del que se deriva es Nativitas, que significa Nacimiento. Conmemora justamente el nacimiento de Jesús en la ciudad de Belén. El mayor gesto de amor, Dios que se hace hombre, que adopta la condición humana.
Es usual oír ¡Por fin ha llegado la Navidad! También constatar que se hacen mil y un planes para celebrarla: viajes, regalos para dar y recibir, citas, reuniones de amigos y familia, comida, bebida, parabienes y un sin fín más de actos, deseos, promesas y recomendaciones para que se la celebre con la ilusión de un niño, con esperanza, con felicidad, con amor, con alegría, en abundancia, etc. etc.
Sin embargo, nada de esto es necesario para que se cumpla lo trascendente de la Navidad, para que experimentes la plenitud a la que estamos llamados todos; y es que Dios quiere nacer en tu corazón, quiere gestarse en ti, pero respeta tu libertad. Es necesario que tú aceptes, que desees, que creas que es posible. A Dios no le importa que no seas bueno, puede nacer en un pesebre mal oliente y transformarlo todo. ¿Estás dispuesto?, ¿crees?